jueves, 24 de abril de 2014

La pregunta


Haydee De Alba Carranza

Con este post se pretende ir abriendo paso a las preguntas acerca del lenguaje. Es  pertinente entonces y, aun, necesario comenzar con la enunciada al final del párrafo. Una pregunta, tomada en modo general, representa en cada indagación, por distinta que sea, el inicio del camino para el conocimiento. Y justo es hacer aquí otras dos preguntas distintas a la que guiará esta serie de posts: Primera, ¿Cuándo se da un paso anterior a la pregunta que cuestiona por el conocimiento?, segunda ¿Cuándo la pregunta ejerce su propia acción hacia ella misma? La pregunta como expresión lingüística está compuesta por palabras[1], que en cuanto tales contienen la suposición de que la respuesta pueda ser dicha. Es decir, la materia con la que preguntas y respuestas trabajan es la misma. Ellas no podrían ni preguntar ni responder sino es por y con, respectivamente, la materia de que están hechas, a saber, el lenguaje. Arribamos así a la pregunta principal ¿qué es el lenguaje?
            Por el momento me quedaré en la pregunta (el preguntar) por la pregunta (el objeto). Usualmente se orienta esta acción hacia cuestiones externas a la pregunta, busca razones de objetos distintos de ella, como por ejemplo: ¿cómo está el clima?, ¿cuándo será el examen?, ¿qué son las reformas?, ¿cuál es el origen del ser humano, del planeta?, ¿cuáles son los síntomas de cierta enfermedad?, ¿qué debo comer, vestir? Los textos, anuncios comerciales, investigaciones científicas, y en general, la información con la que somos constantemente bombardeados y abordados, son una serie de respuestas  a la búsqueda continua de conocimiento; el que pretende hallarse fuera del hombre pero que no escapa del discurso, pues los elementos encontrados se valorizan según el hombre. Y decir que somos abordados con la información es porque el conocimiento se considera ilimitado, y hay tantas direcciones en “las respuestas” que siempre se es culpable a ojos de alguien y, además, la culpa se considera es de quien no conoce. El conocimiento es equivalente a la obtención de información. En ocasiones el discurso intenta  rescatarle algo propio por el que sea en sí mismo valioso y por el que este, el conocimiento, sea tratado como garantía de un sentido regidor del hombre; pero queda, sin embargo, en la esfera de la información: ubicándose (el conocimiento) sólo como posesión de lo que alguien dijo.
Hemos dispuesto del conocimiento agregándole siempre el valor y poniendo la actividad de conocer en un pedestal. Asegurando que en ella se encuentra lo más buscado, lo que revelará el secreto de la vida, pero al fin y al cabo se sigue ubicando fuera, como algo que debamos hallar según siempre nuestro modo de ver. Pues al ser nosotros los buscadores siempre podremos manipular lo encontrado, esto mismo, lo encontrado, resulta o surge según lo que conocemos, por lo que de encontrar el secreto sería siempre, según el hombre, y no ya “el secreto” como independiente de nosotros y en este sentido fundador de la vida.
Cuando el conocimiento se ha ubicado en la cima y en el fondo de lo que a final de cuentas sería el hombre, este es valorizado según su conocimiento. Su valor se da en algo que alguien posee, en la información poseída por algún otro que juzga. La relación que existe entre el conocimiento y el discurso es que la información que se convierte en conocimiento cuando alguien la posee, se da a través de un discurso. Y es este el que puede hacer válido un conocimiento. Sin embargo, el discurso es fugaz del mismo modo que la posesión. Así, es posible afirmar que es el discurso la razón por la que se muda de conocimiento para llevarlo a la aplicación: lo que debiera hacerse se ubica en lo sostenido en el discurso.
¿Cuándo se hizo necesaria la pregunta principal? Cuando los discursos políticos, de abogados, y de cualquiera que pretendiera buscar una respuesta, carecían de un fundamento ubicado fuera de la palabra. Cuando los argumentos se reflejan vacíos en un discurso que busca sólo la aprobación. Cuando la palabra pareciera jugarse hasta dar la victoria para aquél que lograra dominarla. La razón está dada, pues, para aquel que en un juicio logre demostrar que lo sostenido por la contraparte carece de coherencia y sentido, y no ya de verdad como se creía en la antigua Grecia[2]. Cuando la obtención y búsqueda por el conocimiento se hizo de lo más común, llegando a ser esta actividad un valor que se le asigna a la existencia, es decir, cuando la importancia del conocimiento se situó sólo en las palabras del discurso. Pero de un discurso que no pretende fundarse como sentido regidor de la existencia humana, sino que reproduciéndose así mismo, en varios medios, se mantiene de manera fugaz. El sentido de la vida no se encuentra fuera del discurso, de modo que aunque presente en este, como regidor de la misma, sólo fuera para afirmarse y no ya para producirse. Que si bien la dirección de un discurso, y en este caso puede ser llamada el sentido, oculto o no, se da y reafirma, ambas acciones, en el discurso. La dirección, el sentido que el hombre tiene está dado por un discurso vacío que pretende fundar la fugacidad como el fundamento. La vida del hombre, ahora, nace y termina en el discurso.
            El discurso que convence es el que otorga razón y es justo llamarlo sentido cuando gracias a él se legitiman acciones. Sin embargo, más que escribir acerca del discurso me ocuparé del lenguaje. Dar un paso anterior a la pregunta por el discurso es ir a la del lenguaje. Pues ¿cómo el material de que se hace el discurso puede alojar el sentido? He dicho que el sentido se da en el discurso, pero ¿hasta qué punto es posible que se aloje ya en el lenguaje? (Lenguaje entendido como signos comunicantes en cualquier presentación, también como sistema en cuanto que depende de una gramática que regula la claridad en la comunicación.) Si el discurso muda, el lenguaje también lo hace. Sin embargo, es posible aun así, la comunicación. ¿Cuál es entonces aquello que permanece en el lenguaje que aunque cambiante, según el discurso que lo maneje, se mantiene?
            Si el lenguaje según lo visto hasta ahora se entiende sólo como herramienta, se pretende investigar, a través de posts subsecuentes, la capacidad que puede tener de, incluso antes del discurso, mostrar  un sentido. Que si bien los sentidos o direcciones que toman las palabras se determinan en el discurso, advierten ellas ya un sentido dado provenientes de un sentido aún más profundo y fundamental del surgido mediante el discurso.
            Todo esto ha sido en razón para preguntarse por el lenguaje. Para preguntarse por el “instrumento” usado para la obtención, de lo que comúnmente se asegura es la clave para resolver la pregunta de ¿hacia dónde vamos y de dónde venimos?, del conocimiento. Pues como se ha dicho, el sentido surge en la fragilidad del discurso llegando a definir la existencia del hombre, por lo que sugiero la importancia que debe tener el lenguaje en el discurso.
No pongo en tela de juicio la situación del discurso como fundador de sentido, sino que pretendo dar un giro hacia el material con el que se hace. Pues suele olvidarse que al preguntar se supone ya un sentido. Esto es así porque esperamos y pensamos en una respuesta adecuada a la pregunta, y en este caso se sabe ya algo de la respuesta, o al menos se supone, a saber, que la información encontrada será siempre valorizada según cierta perspectiva, discurso, que haya logrado convencer o determinar la razón por la cual se debe actuar al respecto. Se puede decir también que en base a discursos ya conocidos es cómo se conocerá algo nuevo. Pero si seguimos preguntando por algo que sabemos nos será dado por el discurso, es buscar algo fugaz esperando que sea permanente. Es decir, si preguntamos acerca de la existencia del hombre, es necesario no asumir el sentido fugaz que nos brinda el discurso mutable como la clave última que la funda (la existencia).



[1] Quizá haya discusiones lingüísticas acerca del concepto palabra que por el momento no existe necesidad de presentar. Aunque yo lo utilizo aquí para referirme a cualquier signo expresado y que forme parte de un sistema de lenguaje.
[2] Véase Protágoras de Platón en “Diálogos”. Su visión de que las cosas son según la medida que le pongan los hombres tiene dos interpretaciones: una, que la verdad es impuesta según deseos del hombre, y la otra, que el hombre no pudiendo superar sus capacidades en cuanto tal, se aproxima a la verdad tanto como sus sentidos le permitan, de modo que la medida aquí es la aproximación hacia la verdad ejercida por los hombres.

La era de la información



Fernando Granados

La revolución industrial en su primera fase provocó un aumento de la producción y el flujo de capital dentro y fuera de Inglaterra. Este movimiento social y económico en su segunda fase reconoció en sí mismo lo que hacía de la industria una fuente poderosa de valores que perfeccionó y explotó sin mesura para encabezar la carrera de producción. El método y la técnica tan comentados y estudiados en el campo de la ciencia moderna y filosofía moderna, caso destacable de Francis Bacon, ahora encontraba espacio para su empleo efectivo y reconocido valor que se dejó ver en las inversiones para el desarrollo de mejores y más sofisticadas maquinas. El conocimiento se pagaba en oro y quienes adquirían las mejores cadenas de producción tenían consigo grandes riquezas. La técnica y el método fueron adoptados y separados de los ideales morales que se le imputaban. La miseria, abusos y muerte se alinearon al nuevo sistema de oferta y demanda que exigía para su desarrollo el consumo de vida humana, el de la mayoría que no era propietaria sino trabajadora y consumidora. Los medios económicos en este periodo, con sus usos y abusos, cambiaron el ritmo de vida de la humanidad y propiciaron nuevos problemas a nivel global sin precedentes.

El auge de la producción exigía en todos los países industrializados una carrera de desarrollo que revelara nuevos y mejores métodos de producción, las maquinas generaban máquinas y los instrumentos facilitaban la producción de mejores instrumentos, el dominio de lo material cada vez era más especializado y abría horizontes insospechados como la producción de nuevos materiales, el uso de combustibles, la idea de exploración espacial, máquinas de guerra de destrucción masiva, etc. La ciencia propició estos desarrollos gracias al financiamiento de la industria y a los premios que acarreaban un nuevo descubrimiento científico para la producción y la economía.

El sentido de esta intervención versa sobre la lectura de los efectos propiciados en los campos de información y técnica; ciencia y filosofía en el conocimiento. Entre nosotros viven las generaciones que fueron testigos de los rápidos cambios sociales. En el caso de Latinoamérica y particularmente México estos cambios no sucedieron de la misma forma pero se instauraron en la exigencia de alineación con la nueva tendencia global del capitalismo y el desarrollo industrial para la competitividad. Su eficiencia es otro tema, pero los efectos que rebasaron fronteras y se instauraron a la par de otros países siguen vigentes, me refiero a la implementación de sistemas no sólo productivos sino de intercambio, servicios que fueron privados, después públicos y ahora necesarios para las sociedades, transporte, comunicación y producción.

Actualmente somos herederos de los procesos tecnológicos que desataron el aumento exponencial de la información. Las fuentes de información decimonónicas no eran diferentes a las de siglos pasados, libros,  manuscritos, compilaciones etc. Todos medios físicos y locales que su alcance podía medirse en número de ejemplares por la distribución y conocimiento entre los sectores letrados. Noticias y hechos se transmitían oralmente o por medio de cartas e informes de mensajeros que tardaban semanas en llegar a los remitentes.
Nosotros, herederos de los petabytes de información digital, vivimos en un mundo que ha cambiado de medios de supervivencia como de poder. La era de la información comenzó con la revolución industrial y creció con la aparición de computadoras cada vez más potentes. Hoy tenemos un universo de información disponible y que crece rápidamente. La ventaja del conocimiento es capital entre individuos como en naciones, el poder y el dominio de la información nunca fueron tan influyentes en los conflictos globales, en la diplomacia, y en lo cotidiano del gran sector de las sociedades que permanecen espectadoras de los hechos. 


La globalización de las telecomunicaciones permitió  la transmisión a todos los países del mundo las noticias más recientes, el intercambio de información y la comunicación por diversos medios como el teléfono, internet, radio y televisión. Los dueños de estos sistemas en la actualidad poseen gran influencia para los intereses que representan, así lo trata Noam Chomsky en Los guardianes de libertad. Ya sea manipulación o persuasión, se ha demostrado que son poderosos medios para lograr el consenso, la negación, o aceptación de cualquier cosa. La infraestructura de la comunicación se globalizó y, con ello, un nuevo medio para los fines políticos mundiales se materializó y quedó en manos de los principales capitales del mundo.
Desde la perspectiva de la filosofía, estos cambios han arrojado nuevos horizontes de pensamiento. Pensar la información no es tan simple como enunciarlo, es más, no es la manera de enunciarlo, adecuadamente; diría que es pensar lo relacionado a la información y su vertiginoso cambio de medios. El lenguaje de las telecomunicaciones no es un lenguaje humano propiamente, se habla de un sistema binario, hexadecimal y decimal como base de cualquier lenguaje artificial de programación para el procesamiento de la información, curiosamente ya tratado por Francis Bacon en el siglo XVII. La importancia de estos sistemas y lenguajes es en gran medida campo de la ciencia pero sus efectos y usos han transformado radicalmente las áreas donde son empleados. Para algunos filósofos han surgido con este fenómeno nuevas herramientas que contribuyen al enriquecimiento intelectual que revele nuevos horizontes para resolver las cuestiones filosóficas de nuestros días, así lo ve Luciano Floridi en su propuesta de Filosofía de la información.

Pensar la información conlleva atender prima facie sus implicaciones epistemológicas para derivar de ello lo referente a las estéticas y políticas. Pero en realidad, a cuatro décadas de la Era digital la preponderancia de lo estético y lo político se dejan percibir autónomamente, como lo pensará Floridi en la información semántica; destacar los aspectos sociológicos y culturales de la información nos acerca a la relación mente-ordenador que se interpreta en la interfaz de los lenguajes artificiales que actualmente se desarrollan más en la parte gráfica e intuitiva, más idéntica al modelo de pensamiento humano, con la pretensión de hacer fácilmente accesible el universo de información que se encuentra en la red.


 Las pantallas han sido capitales en esta función con el enriquecimiento de una realidad efímera en un mundo estético digital, no sólo en ordenadores sino en todo tipo de pantallas como la televisión. La construcción de un mundo cotidiano y mediado en estos aparatos nos ha dotado de elementos nuevos en el desarrollo de nuestras vidas. Ya sea para informar, educar o entretenerse la presencia en lo cotidiano admite una influencia política importante para los dueños de estos medios y la necesidad de una educación sobre el discernimiento adecuado entre realidad y ficción, que a mi parecer se reduce a la discriminación crítica de la información que exige el empleo adecuado de la lógica que en su caso contrario en la presencia de sesgos cognitivos es fácil el extravió moral y lógico lo cual favorece la manipulación.


La cuestión fundamental sobre la información será en todo caso epistemológica y atenderá la naturaleza de esta información. La novedad del fenómeno versa sobre el corto periodo de desarrollo de estos medios y cómo su aparecimiento ha suscitado cambios estéticos, políticos y epistemológicos.

Observaciones sobre la relación entre Filosofía y Neurofisiología (Capítulo I)


Myriam Juárez M.

El conocimiento científico es considerado, por principio, conocimiento objetivo[1] sobre los hechos que acontecen en las respectivas áreas de las que se ocupan sus múltiples divisiones. A pesar de ello, es muy razonable pensar que siendo esta ciencia resultado de la producción humana, también es susceptible de contener -y continuar produciendo, por el resto de su historia- múltiples fallas y errores en lo que respecta a su principio de objetividad y respecto a muchos otros ámbitos, aún después de haber transcurrido siglos desde el inicio de las primeras investigaciones y construcciones teóricas en su nombre. En la presente intervención, hablaremos sobre el caso particular de una ciencia que ha tenido y continúa teniendo problemas de objetividad, al mezclar y confundir sus objetos y sus límites de estudio con aquellos que competen a la filosofía; la ciencia a la que me refiero es la Neurofisiología.
Para hacer patente lo que acabamos de señalar, haremos uso de un ejemplo ilustrativo, tomado de los escritos de uno de los teóricos de esta ciencia. La cita es la siguiente:
Los científicos materialistas […] afirman […], que es el análisis empírico del funcionamiento completo del sistema nervioso lo que, puede llevarnos al conocimiento de todas las actividades mentales […].[2]
A primera vista, no nos parece hallar nada propiamente incorrecto en el enunciado anterior, pero esto no asegura que efectivamente no lo haya, sino más bien, confirma que nosotros estamos inmersos en la disposición -consciente o inconsciente- de aceptar, que las afirmaciones que dicha ciencia efectúa y también aquellas otras que presupone para poder afirmarlas, son correctas (es decir, que corresponden a observaciones –objetivas- fidedignas provenientes de objetos y sucesos que le son propios). Una, de las muchas observaciones que podríamos realizar del anterior fragmento, es que en él se hace referencia al conocimiento de actividades mentales.

En primer lugar, podemos ofrecer una descripción de aquello a lo que llamaremos mente: “Un inventario de las características mentales de un adulto normal incluye sensaciones, percepciones, pensamientos, memoria, y creencias; intenciones, decisiones, propósitos, acciones y deseos; dolor y placer, emociones y estados de ánimo; y cualidades de temperamento o personalidad, tales como generosidad, valor o ambición.” [3]
Ahora, el hecho de que se afirme que puede conocerse la totalidad de las actividades mentales a partir de un estudio empírico del funcionamiento del sistema nervioso, puede empezar a sonar un poco extraño una vez que tenemos presente una intuición sobre la naturaleza de las actividades mentales; esto es así porque podemos notar que la naturaleza de la actividad de memorizar algo, es diferente a la naturaleza de un sistema corporal como lo es el sistema nervioso. De hecho, uno de los principios de la ciencia desde el siglo XVII, consiste en limitar su estudio de la materia, al estudio que se ha considerado propio de un objeto inanimado, es decir, limitarse a sus consideraciones físicas y químicas.
Y es precisamente sobre este hecho en el que podemos hacer alusión a Descartes, filósofo cuyo pensamiento influyó fuertemente para que la ciencia tomara ese rumbo, y que paradójicamente, influye, también, en el de la desviación de la misma hacia un rumbo completamente contrario. Me explicaré a continuación.
Interesado en dejar atrás el animismo que se adjudicaba al mundo físico (entendido como una especie de asignación de características mentales a los objetos) como teoría científica obsoleta, Descartes postula una división de sustancias que favorecerá la aceptación de un estudio mecanicista para los objetos corpóreos, es decir, el estudio de los cuerpos materiales únicamente como estructuras mecánicas y, más importante aún, como mecanismos inanimados, totalmente insensibles e indiferentes a cualquiera de sus movimientos y cambios.[4]
La primera naturaleza (o sustancia) perteneciente a los objetos, que Descartes propone, es la corporal, es decir aquella que corresponde a todo lo que es extenso y ocupa un lugar en el espacio, es decir, los objetos materiales. La segunda es la mental, es decir aquella que corresponde al pensamiento y que se señala -en oposición a la primera- como incorpórea. Otra distinción importante en lo que refiere a los objetos de estas dos naturalezas, es que los primeros son susceptibles de conocimiento público, pero los de la segunda clase, son completamente privados.[5] Es gracias a esta separación, que la física -a partir de su época- adquirió las bases para limitarse únicamente al estudio de los objetos correspondientes a la primera sustancia, es decir, los objetos corporales y espaciales; y de este modo, dicha ciencia quedó liberada del estudio de la supuesta naturaleza mental que se les atribuía.
Habiendo repasado lo anterior, podemos volver al ejemplo que nos condujo hasta este punto, y preguntarnos lo siguiente: ¿Por qué motivo resulta ser que, si la ciencia ha aceptado hasta ahora como suyos (hasta donde tenemos conocimiento) los límites marcados por Descartes y la filosofía mecanicista (entre otros), la Neurofisiología parece indicarnos que sus límites han vuelto a ampliarse, hasta enlazarse con el estudio de lo mental? Para ayudar a elaborar una respuesta, podemos dirigirnos nuevamente a la filosofía de Descartes.
La propuesta dual de las sustancias en nuestro autor, da un giro cuando el pensamiento -de hallarse imposibilitado para tener una ubicación espacial, dada su incorporeidad- pasa a ser ubicado al interior del sujeto. Con esta modificación en la propuesta original, lo que ahora puede colegirse es, tanto que el sujeto queda dividido en dos sustancias (la mental y la corporal), así como que, el pensamiento (ahora señalado como interno) queda dividido y separado del mundo físico en general (incluyendo al cuerpo, como ya lo señalamos), es decir de lo externo. Ahora bien, de la primera afirmación se derivan problemas como el de la relación mente-cuerpo, y de la segunda, teorías (también problemáticas en algunos sentidos) tales como la Teoría causal de la percepción, que explicaremos brevemente dada su estrecha relación con nuestra respuesta.
Dicha teoría acepta y presupone la nueva ubicación para lo mental en la propuesta cartesiana, y, a partir de ella, desarrolla la existencia de dos realidades distintas (esto, derivado del dualismo irreconciliable que se acepta en tales presuposiciones): la realidad del mundo –independiente de nuestro pensamiento-, y la realidad mental, que es la que podemos conocer gracias a las representaciones que producimos al ser afectados por los objetos corporales del mundo físico; estas representaciones entonces, no resultan ser sino parte de una realidad diferente, derivada de los efectos provenientes del mundo externo. Ahora, el hecho de que se tengan representaciones gracias a dichos efectos, no puede hacer más que suponer, primero, que para ser afectados se requieren órganos que actúen como receptores, tales como los sentidos, las fibras nerviosas y el cerebro; y posteriormente suponer que –de alguna manera no especificada- la representación motivada por tal efecto, es llevada a cabo por la mente.  
Es en lo anterior, donde logramos visualizar muchos de los problemas generados por esta teoría, que desde la primera propuesta de Descartes no era posible derivar. Entre los múltiples problemas que hallamos, podemos resaltar el hecho de que por primera vez (desde que iniciamos la exposición del pensamiento de nuestro autor) se realiza una conexión entre la actividad mental y un órgano físico, tal como el cerebro.
En conclusión, y, con la intención de dar una respuesta breve pero concreta -por el momento- a nuestra pregunta inicial, podemos decir que esto es así, dado que la Neurofisiología ha aceptado y presupuesto tesis y teorías de carácter filosófico –y para concluir esto, basta con hacer una revisión al pensamiento filosófico que hemos explicado anteriormente- al interior de su construcción como ciencia, y al hacer esto, éstas han influido en ella al grado de modificar su objeto de estudio original y, por lo tanto, sus límites.
En próximas intervenciones, estudiaremos algunos de los problemas filosóficos entretejidos con teorías neurofisiológicas, exponiendo a su vez, las relaciones y efectos de estos en dicha ciencia.[6]




[1] Entenderemos aquí por conocimiento objetivo, aquél que refiere a las observaciones del objeto de conocimiento de modo que éstas refieran a las cualidades y sucesos auténticamente correspondientes al objeto mismo, sin verse afectados o influenciados por el pensamiento o sentimiento propio del observador.
[2]  Extraído de DOCTRINAS FILOSÓFICAS, PROCESOS MENTALES Y OBSERVACIONES EMPÍRICAS, LARA ZAVALA, Nydia; MUÑOZ FRANCO, Arturo y otros. Revista Contextos XVII-XVIII/33-36, 1999-2000 (págs. 31-57). Pag. 35. La cita original señalada en la bibliografía de dicho artículo- es la siguiente: ROMO, R. y A. ROMO, La reconstrucción de la realidad, Ciencias Cognitivas, ICyT, Vol. 12, No. 163(1990):29-36.
[3] Extraído de CUERPO Y MENTE, CAMPBELL, Keith. [Traducción: Susana Marín], UNAM, México, 1987. Pág. 7.
[4] Vid. Neuromitología y cualidades ocultas en el cerebro, LARA ZAVALA, Nydia. Revista Diálogos, 85 (2005). Pág. 5. Véase también: El problema mente-cerebro: sus orígenes cartesianos. MARTÍNEZ VELASCO, Jesús. Contrastes. Revista Interdisciplinar de Filosofía, vol. I, (1996), pp. 191-210.
[5] Vid. Neuromitología y cualidades ocultas en el cerebro, LARA ZAVALA, Nydia. Revista Diálogos, 85 (2005). Pág. 4. Véase también: El problema mente-cerebro: sus orígenes cartesianos. MARTÍNEZ VELASCO, Jesús. Contrastes. Revista Interdisciplinar de Filosofía, vol. I, (1996), pp. 191-210.
[6] Para aquellos interesados en nuestro tema, recomiendo los artículos de la Dra. Nydia Lara Zavala, que pueden encontrarse en la red, y que me ayudaron enormemente en la elaboración de la presente intervención. Los títulos de la Dra. Nydia Lara, de los cuales se nutrió este artículo, pueden encontrarse en los pies de página del presente escrito. 

viernes, 3 de enero de 2014

Nuestro vacío


Haydee De Alba Carranza


En este post tratare acerca del vacío en Epicuro que a su vez devela la importante relación entre universo y alma. Ahora que estamos en época navideña, año nuevo y días que invitan a la reflexión me pareció oportuno abordar la relación de la ciencia natural y la ética a partir de este elemento. El que apareció en medio de cavilaciones acerca de tales fechas. Pues son días en que se suele comprar y comprar, y en medio de toda esa vorágine de compras que no parecen compulsivas por estar justificadas en la convivencia armoniosa y en el amor que se da y recibe, apareció la pregunta por la necesidad de consumir, de llenarse, pero llenar ¿Qué?.  El post girara en torno al modo de ver este vacío en nuestros días y en Epicuro en los suyos. Un vacío existencial que, visto desde Epicuro parece sustentarse en la ciencia física. Vacío visto en el alma como el deseo que pide ser llenado. Al final dejo abierta una pregunta que exigiría mucha más investigación pero que dado lo tratado en este post tiene mucha pertinencia.

Mientras que en medio de las tremendas compras compulsivas se pretende asegurar el relleno de nuestra persona y que de algún modo podría uno arriesgarse a decir que ese vacío que se busca llenar, y no precisamente porque uno se sienta solo y triste sino porque todo el derroche de dinero en productos repercute, además de en el llenado de los bolsillos de todos los empresarios, comerciantes involucrados, en que nos sintamos aliviados en una situación de bienestar o confort. De manera casi inconsciente se admite que lo que hemos comprado ha venido a cubrir algo que llamamos deseo o en otros casos, se asegura, una necesidad. Algo, pues, que necesitaba ser cubierto ya fuese porque faltaba que se llenase por completo o porque se encontraba completamente vacío. Es así que este juego de palabras no dice más que lo que es obvio pero que suele olvidarse, que si no hubiera tal vacío, tal deseo, o en ocasiones necesidad, no existiría.

                Epicuro parte de la ciencia física y del entendimiento de la naturaleza para hacer calca de lo que sucede en ellas, en la moral y ética humanas. El vacío físico que supone Epicuro hace ver en el comportamiento humano también un vacío en su existencia, tomando al deseo como la muestra más evidente de esto, pero en tal consideración también se muestra el vacío espiritual. El deseo, pues, no es puramente corporal sino que constituye, sin que se haga patente una dualidad, también el espíritu (digo que no se trata de una dualidad como lo pensamos ahora en nuestros días porque el alma o espíritu también es materia, igual que el cuerpo)[1].En este sentido nuestro autor parte de la naturaleza y el cosmos para hablar del deseo, como el vacío que siempre está requiriendo ser llenado y por tal motivo hace al hombre moverse.

Entre nosotros se habla de un vacío existencial, como si se fuera en busca de una esencia que nos constituyera como personas, humanos, la cual estaría cubierta por ese vacío que no nos dejara apreciarla o como algo que estando presente en el cuerpo y espíritu es siempre desplazada por el vacío que se hace patente en el deseo, se trataría de una suerte de descubrimiento. Una esencia que formara parte de toda la serie de relaciones del universo y que desde siempre, desde que somos humanos nos constituyera.

                Pero el caso es que también en Epicuro el deseo es necesario para existir. Esto admite a su vez que el hombre está constantemente vacío. ¿En qué sentido puede hablarse del vacío existencial que se genera a partir del espiritual y que puede llamarse deseo (el cual es necesario para que el hombre lleve a cabo cualquier acción)? ¿No estaría Epicuro asegurando más tarde un vacío existencial en el hombre como suponemos hoy ese vacío, como falto de esencia “humana”? Bueno, resulta que a partir de que nuestro filósofo asegura que todo está cubierto por átomos, el vacío no significa lo inexistente[2] sino que es como se denomina al espacio por el que circula todo y por el que de hecho es posible hablar de movimiento. El vacío no estaría, en este sentido, vacío sino siempre lleno. Es el espacio por el que fluye todo átomo y todo compuesto de éste; pero cabe decir que, si todo está compuesto por átomos este vacío o espacio es lo que no está compuesto por esos sino lo que los sostiene. Pero por otro lado, si todo está hecho de átomos aquello que no sea por los mismos compuesto ¿Seguiría siendo materia? Porque de no ser así el espacio (el vacío epicúreo) sería inexistente como materia, atómica al menos. Y en este sentido el vacío, el espacio, aunque estuviera ocupado siempre por átomos, él en sí mismo seria inexistente en cuanto materia de tal tipo. Y regresaría la cuestión de si ese vacío, espacio cósmico del que se desprende la teoría ética epicúrea asegura en ésta el vacío existencial y espiritual, en el cuerpo y el alma. Como desde el primer post, nuevamente se muestra que lo que parece dar movimiento e iniciar acción en la vida del hombre es también el veneno que puede desequilibrarla.

                Un vacío existencial que asegura el movimiento vital en todo ser humano, según Epicuro, que expresado mediante el deseo se vuelve generador de actividad que retribuye en el placer humano, y que llevado justamente en un equilibrio permite la felicidad y tranquilidad del hombre es un vacío positivo. El alma es un resplandor del cosmos que en su interior (del alma) están dadas ya de algún modo las normas éticas, el modo correcto de actuar del hombre. Y dado que se acepta esto en Epicuro, que lo que rige en la naturaleza ha de regir en el mundo humano, la relación alma cosmos aseguraría siempre el vacío existencial y espiritual en el hombre, dada esta relación alma cosmos.

La idea de la esencia del hombre en Epicuro y aun en nuestros días, es alimentada por la relación alma cosmos que asegura un vacío en cada uno de nosotros. Pensar una esencia del hombre para actuar entre nosotros es recurrir a algún tipo de materia que la respalde, pues aunque podamos hallarla en nuestro interior sería preciso que algo fuera de nosotros la avalara,  como una organización cósmica, algo con lo que podamos contrastar y que de manera necesaria resulte la esencia buscada. Pensar en la esencia de lo humano es pensar a su vez en que hay algo que nos falta para ser humanos, o que teniéndolo aún no hemos descubierto, pensamos en que hay un vacío que no nos permite apreciarla o que tal vacío es necesario que sea llenado por la esencia humana, pero según Epicuro ese vacío es lo que hace mover al hombre y forma parte de su esencia de ser hombre.

                El vacío aquí fue un intento de mostrar que lo que hoy consideramos como búsqueda espiritual puede tener un fundamento en una visión universal cósmica de las cosas, como hace tiempo lo había pensado Epicuro. Pero valdría la pena abrir la siguiente pregunta: ¿Qué implicaciones tiene tratar de hacer una calca de las ciencias físicas en la ética? ¿Es completamente valido imitar lo que sucede en la naturaleza en el comportamiento humano? Porque si hemos de pensar en que el hombre se sume de vez en cuando en un vacío existencial-espiritual y pensamos ese vacío como lo pensó Epicuro, como necesario dada la relación alma-cosmos, entonces tal vacío es parte de su esencia y el deseo, en su expresión más común del vacío, sólo debe equilibrarse: el vacío sólo debería equilibrarse. Pero ¿qué justificaría nuestro comportamiento según la naturaleza? Las preguntas siguen abiertas, ¿Es posible que no actuemos en el plano de la ética siguiendo parámetros de las ciencias físicas sin que eso signifique actuar erróneamente?

Bibliografía
García Gual, C., Jesús Imaz, María, La filosofía helenística, Síntesis, España.
García Gual, Carlos, Epicuro, alianza, España, 2002, (Col. Biblioteca temática- clásicos de Grecia y Roma, en col. Libro de bolsillo).



[1] Aunque en la teoría Epicúrea se hace la distinción entre los átomos que constituyen el cuerpo y los que constituyen el alma, estos son más sensibles que los del cuerpo y por ello conducen al sabio a una vida feliz. García Gual, C., Jesús Imaz, María, La filosofía helenística, Síntesis, España, p. 75.
[2] Parménides, un pensador presocrático pensaba en el vacío como lo inexistente. Ibíd., p. 70

jueves, 2 de enero de 2014

La industria pornográfica



Montserrat Rueda Casales

En el artículo anterior mencioné que, éste último tratará sobre la propuesta de Beatriz Preciado, acerca del segundo aparato de control, el pornográfico. El cual maquina a partir de la mitad del Siglo XX, llegando para quedarse. Sin embargo, esto no quiere decir que sus orígenes sean recientes, pues la misma filósofa al buscar su genealogía la encuentra en el museo. El historiador Walter Kendrick en 1987 afirma que por los años de 1755 y 1857 en Pompeya se encontraban imágenes de cuerpos, ubicados precisamente en el museo, pero uno que no estaba abierto a toda la comunidad, sino que sólo los hombres aristócratas tenían acceso. Así la palabra pornografía nace en este contexto, proviniendo del griego: (porno-grafei: pintura de prostitutas, escrita de la vida de las prostitutas)[1] término declarado por el historiador de arte alemana C.O. Müller.  
Se verá presente también en la Europa del Siglo XIX durante los años 1840-1850 como:
“descripción de la prostitución y de la vida de las prostitutas en la ciudad como una cuestión de higiene pública.”[2]
Haciendo así a la pornografía como un conjunto de medidas que regularicen la salubridad en cuanto al acto sexual en el espacio público, junto con todo lo que incluya la higiene de un poblado como el control de los desperdicios.

Pero ya pensando más en una época que nos es más cercana, el siglo XX con el discurso que tienen algunas feministas (en las décadas de los 80´s y 90´s[3]) como Andrea Dworkin y Catherine Machinnon[4], donde ven la pornografía  como un lenguaje patriarcal y sexista que producía violencia contra el cuerpo de las mujeres[5]. Quienes perciben dicha industria bajo el ángulo ya citado, muestran al cuerpo femenino junto con toda su persona como una criatura que está tan subsumida por el poder del patriarcado que es incapaz de percibir la marginación que vive, y pues claro ¿cómo no han de afirmar esto algunas? Si los comienzos de la pornografía  del siglo que nos antecede fue creada por hombres y para hombres, y efectivamente, se presenta a la mujer cosificada.
“Cine para hombres: […] Las tías están siempre dispuestas. Las mujeres violadas en el fondo disfrutan. Medias de rejilla, minifalda de puta, top minúsculo, zapatos imposibles con tacón y plataforma […]”[6]
Bajo esta idea se conciben posturas distintas en el feminismo, y este será un feminismo liberal, donde se esté a favor de la industria pornográfica, pero hecha por mujeres, para hombres y mujeres.
“[…] Hay que ganarse el sexo, no me abro las piernas sólo porque tú me lo pidas. Sexo siempre consentido. Un vestido chulo de Miss Sixty, de Armani o de Mango, unos tejanos y una camiseta […]”[7]
Esta cara del feminismo ha continuado hoy en día y ha crecido gracias a la industria del cine. Una de tantas que menciona Beatriz Preciado es Annie Sprinkle quien ha sido productora de películas feministas y actualmente es activista ecosexual[8] impartiendo conferencias.
Por otro lado, la directora de cine feminista, Erika Lust hace una invitación[9]: […] veremos cómo atrevernos con este controvertido género y cómo acercarnos a él sin perder nuestra óptica crítica femenina. Podemos y debemos disfrutar sin sentirnos ofendidas.[10]
He hablado de cómo ha evolucionado la pornografía hasta nuestros días, pero esto no es lo único que Beatriz Preciado propone, pues recordemos que esta industria es una parte del aparato de control sobre el cuerpo, aunque claro, ella dice que no es para ponerse paranoicos, sino más bien somos usuarios. Sin embargo, en una entrevista[11] afirma que todo el sistema nos lleva a la destrucción[12], estando de acuerdo con ella, me quiero enfocar ahora en demostrar esto. Con este fin, me apoyaré de una película que sale en cartelera este mismo año Don Jon[13] donde muestra a diversos personajes, los cuales son la representación de cuerpos controlados por el mismo aparato pornográfico, pero de diversas formas: Jon y su adicción con la pornografía, lo motiva a ser un mujeriego y buscar a chicas sólo por su físico, es el prototipo de macho alfa y se encarga de mantener un físico agradable a la vista. Pero tiene problemas con su vida sexual, pues aspira a lo que le vende el porno hecho por hombres y se da cuenta que las mujeres con las que se topa no son realmente así. Sin embargo, Esther le mostrará que con  su adicción tiene un problema, para esto debe dejar de pensar en lo ficticio para aspirar a lo real y al fin sentir placer sin ataduras (su adicción), no seguir la farsa que esos videos le han enseñado.
Barbara que es educada por Walt Disney y cree en las historias de princesas, como en el amor verdadero, sueña con encontrar a su príncipe azul y para ello, trata de cambiar a Jon ordenándole cómo deben hacerse las cosas bajo la justificación: “Si en verdad amas a una mujer, harás lo que sea por ella”.
Así vemos a dos figuras frustradas: a Jon con su fijación por el porno, buscando cumplir sus fantasías, pero en la vida real eso no sucede, hasta que se permite abrir y liberarse del aparato que lo controlaba. La otra figura, Barbara que piensa en encontrar la felicidad cuando tenga a su príncipe azul, sin embargo, este personaje no tiene la capacidad de  percatarse que lo único que hace para llegar a su fin, es manipular a los demás.
Como Preciado, otras feministas tratan de reeducar a los cuerpos apoyándose de la pornografía. En el caso de las directoras de cine, como Erika Lust, se proponen cambiar el modo de ver el porno tanto para hombres como mujeres. Dejar de verlo como algo grotesco, donde la mujer es un objeto. Enseñar al espectador cómo realmente se hace el acto sexual para que llegue a ser satisfactorio hacia todos los implicados, y demostrar que el acto sexual no debe sujetarse a lo que Playboy, y otras similares, han enseñado por décadas, pues ya se ha dicho que son cosas irreales como ofensivas. Sino que las películas porno, hechas por mujeres preparadas, muestren algo erótico,  así mismo placentero donde lo fílmico se ajuste a la realidad.





Bibliografía:
Don Jon, 2013.
Lust Erika, “Porno para mujeres”, Ed. Melusina, España, 2008 http://www.scribd.com/mobile/doc/141553620?width=1280
Preciado Beatriz, “Museo, basura urbana y pornografía”, http://es.scribd.com/doc/43011341/Museo-Basura-Urbana-y-Porno-Preciado
Sprinkle Annie, Stephens Beth, “Asumiendo la postura ecosexual” http://www.museoreinasofia.es/actividades/annie-sprinkle-beth-stephens



[1] Beatriz Preciado, Museo, basura urbana y pornografía
[2] Ibídem.
[3] No hablaré sobre el inicio de la industria pornográfica a mediados del Siglo XX, puesto que esto ya lo he comentado en un artículo anterior, donde se habla de las pin-ups como Bettie Page.
[4] Quienes por cierto son catalogadas dentro del gran campo del feminismo como feministas radicales. 
[5] Op. cit, p.42.
[6] Erika Lust, Porno para mujeres
[7] Ibíd., p.24.
[8] Forma de vida responsable al pensar en no afectar a la naturaleza en todas las actividades que se llevan a cabo a diario, donde viene implicada la vida sexual.
[9] En su libro Porno para mujeres
[10] Ibíd., p.10.
[12] Esto ya lo he explicado también en otro artículo, dedicado a ella misma.
[13] Un proyecto de Joseph Gordon Levitt, donde precisamente muestra la cultura norteamericana y nos muestra al aparato pornográfico cómo opera, desde la misma adicción del protagonista: los videos porno, como los comerciales para vender una hamburguesa: y ponen a una mujer en bikini haciendo analogía de su propio cuerpo con el alimento para provocar un impacto publicitario en el espectador y corra por el producto que le venden.