viernes, 3 de enero de 2014

Nuestro vacío


Haydee De Alba Carranza


En este post tratare acerca del vacío en Epicuro que a su vez devela la importante relación entre universo y alma. Ahora que estamos en época navideña, año nuevo y días que invitan a la reflexión me pareció oportuno abordar la relación de la ciencia natural y la ética a partir de este elemento. El que apareció en medio de cavilaciones acerca de tales fechas. Pues son días en que se suele comprar y comprar, y en medio de toda esa vorágine de compras que no parecen compulsivas por estar justificadas en la convivencia armoniosa y en el amor que se da y recibe, apareció la pregunta por la necesidad de consumir, de llenarse, pero llenar ¿Qué?.  El post girara en torno al modo de ver este vacío en nuestros días y en Epicuro en los suyos. Un vacío existencial que, visto desde Epicuro parece sustentarse en la ciencia física. Vacío visto en el alma como el deseo que pide ser llenado. Al final dejo abierta una pregunta que exigiría mucha más investigación pero que dado lo tratado en este post tiene mucha pertinencia.

Mientras que en medio de las tremendas compras compulsivas se pretende asegurar el relleno de nuestra persona y que de algún modo podría uno arriesgarse a decir que ese vacío que se busca llenar, y no precisamente porque uno se sienta solo y triste sino porque todo el derroche de dinero en productos repercute, además de en el llenado de los bolsillos de todos los empresarios, comerciantes involucrados, en que nos sintamos aliviados en una situación de bienestar o confort. De manera casi inconsciente se admite que lo que hemos comprado ha venido a cubrir algo que llamamos deseo o en otros casos, se asegura, una necesidad. Algo, pues, que necesitaba ser cubierto ya fuese porque faltaba que se llenase por completo o porque se encontraba completamente vacío. Es así que este juego de palabras no dice más que lo que es obvio pero que suele olvidarse, que si no hubiera tal vacío, tal deseo, o en ocasiones necesidad, no existiría.

                Epicuro parte de la ciencia física y del entendimiento de la naturaleza para hacer calca de lo que sucede en ellas, en la moral y ética humanas. El vacío físico que supone Epicuro hace ver en el comportamiento humano también un vacío en su existencia, tomando al deseo como la muestra más evidente de esto, pero en tal consideración también se muestra el vacío espiritual. El deseo, pues, no es puramente corporal sino que constituye, sin que se haga patente una dualidad, también el espíritu (digo que no se trata de una dualidad como lo pensamos ahora en nuestros días porque el alma o espíritu también es materia, igual que el cuerpo)[1].En este sentido nuestro autor parte de la naturaleza y el cosmos para hablar del deseo, como el vacío que siempre está requiriendo ser llenado y por tal motivo hace al hombre moverse.

Entre nosotros se habla de un vacío existencial, como si se fuera en busca de una esencia que nos constituyera como personas, humanos, la cual estaría cubierta por ese vacío que no nos dejara apreciarla o como algo que estando presente en el cuerpo y espíritu es siempre desplazada por el vacío que se hace patente en el deseo, se trataría de una suerte de descubrimiento. Una esencia que formara parte de toda la serie de relaciones del universo y que desde siempre, desde que somos humanos nos constituyera.

                Pero el caso es que también en Epicuro el deseo es necesario para existir. Esto admite a su vez que el hombre está constantemente vacío. ¿En qué sentido puede hablarse del vacío existencial que se genera a partir del espiritual y que puede llamarse deseo (el cual es necesario para que el hombre lleve a cabo cualquier acción)? ¿No estaría Epicuro asegurando más tarde un vacío existencial en el hombre como suponemos hoy ese vacío, como falto de esencia “humana”? Bueno, resulta que a partir de que nuestro filósofo asegura que todo está cubierto por átomos, el vacío no significa lo inexistente[2] sino que es como se denomina al espacio por el que circula todo y por el que de hecho es posible hablar de movimiento. El vacío no estaría, en este sentido, vacío sino siempre lleno. Es el espacio por el que fluye todo átomo y todo compuesto de éste; pero cabe decir que, si todo está compuesto por átomos este vacío o espacio es lo que no está compuesto por esos sino lo que los sostiene. Pero por otro lado, si todo está hecho de átomos aquello que no sea por los mismos compuesto ¿Seguiría siendo materia? Porque de no ser así el espacio (el vacío epicúreo) sería inexistente como materia, atómica al menos. Y en este sentido el vacío, el espacio, aunque estuviera ocupado siempre por átomos, él en sí mismo seria inexistente en cuanto materia de tal tipo. Y regresaría la cuestión de si ese vacío, espacio cósmico del que se desprende la teoría ética epicúrea asegura en ésta el vacío existencial y espiritual, en el cuerpo y el alma. Como desde el primer post, nuevamente se muestra que lo que parece dar movimiento e iniciar acción en la vida del hombre es también el veneno que puede desequilibrarla.

                Un vacío existencial que asegura el movimiento vital en todo ser humano, según Epicuro, que expresado mediante el deseo se vuelve generador de actividad que retribuye en el placer humano, y que llevado justamente en un equilibrio permite la felicidad y tranquilidad del hombre es un vacío positivo. El alma es un resplandor del cosmos que en su interior (del alma) están dadas ya de algún modo las normas éticas, el modo correcto de actuar del hombre. Y dado que se acepta esto en Epicuro, que lo que rige en la naturaleza ha de regir en el mundo humano, la relación alma cosmos aseguraría siempre el vacío existencial y espiritual en el hombre, dada esta relación alma cosmos.

La idea de la esencia del hombre en Epicuro y aun en nuestros días, es alimentada por la relación alma cosmos que asegura un vacío en cada uno de nosotros. Pensar una esencia del hombre para actuar entre nosotros es recurrir a algún tipo de materia que la respalde, pues aunque podamos hallarla en nuestro interior sería preciso que algo fuera de nosotros la avalara,  como una organización cósmica, algo con lo que podamos contrastar y que de manera necesaria resulte la esencia buscada. Pensar en la esencia de lo humano es pensar a su vez en que hay algo que nos falta para ser humanos, o que teniéndolo aún no hemos descubierto, pensamos en que hay un vacío que no nos permite apreciarla o que tal vacío es necesario que sea llenado por la esencia humana, pero según Epicuro ese vacío es lo que hace mover al hombre y forma parte de su esencia de ser hombre.

                El vacío aquí fue un intento de mostrar que lo que hoy consideramos como búsqueda espiritual puede tener un fundamento en una visión universal cósmica de las cosas, como hace tiempo lo había pensado Epicuro. Pero valdría la pena abrir la siguiente pregunta: ¿Qué implicaciones tiene tratar de hacer una calca de las ciencias físicas en la ética? ¿Es completamente valido imitar lo que sucede en la naturaleza en el comportamiento humano? Porque si hemos de pensar en que el hombre se sume de vez en cuando en un vacío existencial-espiritual y pensamos ese vacío como lo pensó Epicuro, como necesario dada la relación alma-cosmos, entonces tal vacío es parte de su esencia y el deseo, en su expresión más común del vacío, sólo debe equilibrarse: el vacío sólo debería equilibrarse. Pero ¿qué justificaría nuestro comportamiento según la naturaleza? Las preguntas siguen abiertas, ¿Es posible que no actuemos en el plano de la ética siguiendo parámetros de las ciencias físicas sin que eso signifique actuar erróneamente?

Bibliografía
García Gual, C., Jesús Imaz, María, La filosofía helenística, Síntesis, España.
García Gual, Carlos, Epicuro, alianza, España, 2002, (Col. Biblioteca temática- clásicos de Grecia y Roma, en col. Libro de bolsillo).



[1] Aunque en la teoría Epicúrea se hace la distinción entre los átomos que constituyen el cuerpo y los que constituyen el alma, estos son más sensibles que los del cuerpo y por ello conducen al sabio a una vida feliz. García Gual, C., Jesús Imaz, María, La filosofía helenística, Síntesis, España, p. 75.
[2] Parménides, un pensador presocrático pensaba en el vacío como lo inexistente. Ibíd., p. 70

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