Montserrat Rueda Casales
En el artículo anterior mencioné que,
éste último tratará sobre la propuesta de Beatriz Preciado, acerca del segundo
aparato de control, el pornográfico. El cual maquina a partir de la mitad del
Siglo XX, llegando para quedarse. Sin embargo, esto no quiere decir que sus
orígenes sean recientes, pues la misma filósofa al buscar su genealogía la
encuentra en el museo. El historiador Walter Kendrick en 1987 afirma que por
los años de 1755 y 1857 en Pompeya se encontraban imágenes de cuerpos, ubicados
precisamente en el museo, pero uno que no estaba abierto a toda la comunidad,
sino que sólo los hombres aristócratas tenían acceso. Así la palabra
pornografía nace en este contexto, proviniendo del griego: (porno-grafei: pintura de prostitutas,
escrita de la vida de las prostitutas)[1]
término declarado por el historiador de arte alemana C.O. Müller.
Se verá presente también en la Europa del Siglo XIX
durante los años 1840-1850 como:
“descripción de la prostitución y de la
vida de las prostitutas en la ciudad como una cuestión de higiene pública.”[2]
Haciendo así a la pornografía como un conjunto de
medidas que regularicen la salubridad en cuanto al acto sexual en el espacio
público, junto con todo lo que incluya la higiene de un poblado como el control
de los desperdicios.
Pero ya pensando más en una época que nos es más
cercana, el siglo XX con el discurso que tienen algunas feministas (en las
décadas de los 80´s y 90´s[3])
como Andrea Dworkin y Catherine Machinnon[4],
donde ven la pornografía como un
lenguaje patriarcal y sexista que producía violencia contra el cuerpo de las
mujeres[5].
Quienes perciben dicha industria bajo el ángulo ya citado, muestran al cuerpo
femenino junto con toda su persona como una criatura que está tan subsumida por
el poder del patriarcado que es incapaz de percibir la marginación que vive, y
pues claro ¿cómo no han de afirmar esto algunas? Si los comienzos de la
pornografía del siglo que nos antecede
fue creada por hombres y para hombres, y efectivamente, se presenta a la mujer
cosificada.
“Cine para hombres: […] Las tías están siempre
dispuestas. Las mujeres violadas en el fondo disfrutan. Medias de rejilla,
minifalda de puta, top minúsculo, zapatos imposibles con tacón y plataforma […]”[6]
Bajo esta idea se conciben posturas distintas en el
feminismo, y este será un feminismo liberal, donde se esté a favor de la
industria pornográfica, pero hecha por mujeres, para hombres y mujeres.
“[…] Hay que ganarse el sexo, no me abro las piernas
sólo porque tú me lo pidas. Sexo siempre consentido. Un vestido chulo de Miss
Sixty, de Armani o de Mango, unos tejanos y una camiseta […]”[7]
Esta cara del feminismo ha continuado hoy en día y ha
crecido gracias a la industria del cine. Una de tantas que menciona Beatriz
Preciado es Annie Sprinkle quien ha sido productora de películas feministas y
actualmente es activista ecosexual[8]
impartiendo conferencias.
Por otro lado, la directora de cine
feminista, Erika Lust hace una invitación[9]:
[…] veremos cómo atrevernos con este controvertido género y cómo acercarnos a
él sin perder nuestra óptica crítica femenina. Podemos y debemos disfrutar sin
sentirnos ofendidas.[10]
He hablado de cómo ha evolucionado la
pornografía hasta nuestros días, pero esto no es lo único que Beatriz Preciado
propone, pues recordemos que esta industria es una parte del aparato de control
sobre el cuerpo, aunque claro, ella dice que no es para ponerse paranoicos,
sino más bien somos usuarios. Sin embargo, en una entrevista[11]
afirma que todo el sistema nos lleva a la destrucción[12],
estando de acuerdo con ella, me quiero enfocar ahora en demostrar esto. Con este
fin, me apoyaré de una película que sale en cartelera este mismo año Don Jon[13]
donde muestra a diversos personajes, los cuales son la representación de
cuerpos controlados por el mismo aparato pornográfico, pero de diversas formas:
Jon y su adicción con la pornografía, lo motiva a ser un mujeriego y buscar a
chicas sólo por su físico, es el prototipo de macho alfa y se encarga de
mantener un físico agradable a la vista. Pero tiene problemas con su vida
sexual, pues aspira a lo que le vende el porno hecho por hombres y se da cuenta
que las mujeres con las que se topa no son realmente así. Sin embargo, Esther
le mostrará que con su adicción tiene un
problema, para esto debe dejar de pensar en lo ficticio para aspirar a lo real
y al fin sentir placer sin ataduras (su adicción), no seguir la farsa que esos
videos le han enseñado.
Barbara que es educada por Walt
Disney y cree en las historias de princesas, como en el amor verdadero, sueña
con encontrar a su príncipe azul y para ello, trata de cambiar a Jon
ordenándole cómo deben hacerse las cosas bajo la justificación: “Si en verdad
amas a una mujer, harás lo que sea por ella”.
Así vemos a dos figuras frustradas: a
Jon con su fijación por el porno, buscando cumplir sus fantasías, pero en la
vida real eso no sucede, hasta que se permite abrir y liberarse del aparato que
lo controlaba. La otra figura, Barbara que piensa en encontrar la felicidad
cuando tenga a su príncipe azul, sin embargo, este personaje no tiene la
capacidad de percatarse que lo único que
hace para llegar a su fin, es manipular a los demás.
Como Preciado, otras feministas tratan
de reeducar a los cuerpos apoyándose de la pornografía. En el caso de las
directoras de cine, como Erika Lust, se proponen cambiar el modo de ver el
porno tanto para hombres como mujeres. Dejar de verlo como algo grotesco, donde
la mujer es un objeto. Enseñar al espectador cómo realmente se hace el acto
sexual para que llegue a ser satisfactorio hacia todos los implicados, y demostrar
que el acto sexual no debe sujetarse a lo que Playboy, y otras similares, han
enseñado por décadas, pues ya se ha dicho que son cosas irreales como ofensivas.
Sino que las películas porno, hechas por mujeres preparadas, muestren algo
erótico, así mismo placentero donde lo
fílmico se ajuste a la realidad.
Bibliografía:
Don
Jon, 2013.
Entrevista:
Beatriz Preciado http://elpais.com/diario/2010/06/13/eps/1276410414_850215.html#despiece1
Lust
Erika, “Porno para mujeres”, Ed. Melusina, España, 2008 http://www.scribd.com/mobile/doc/141553620?width=1280
Preciado
Beatriz, “Museo, basura urbana y pornografía”, http://es.scribd.com/doc/43011341/Museo-Basura-Urbana-y-Porno-Preciado
Sprinkle Annie, Stephens Beth,
“Asumiendo la postura ecosexual” http://www.museoreinasofia.es/actividades/annie-sprinkle-beth-stephens
[1] Beatriz Preciado, Museo,
basura urbana y pornografía
[2] Ibídem.
[3] No hablaré sobre el inicio de la industria pornográfica a mediados
del Siglo XX, puesto que esto ya lo he comentado en un artículo anterior, donde
se habla de las pin-ups como Bettie Page.
[4] Quienes por cierto son catalogadas dentro del gran campo del feminismo
como feministas radicales.
[5] Op. cit, p.42.
[6] Erika Lust, Porno para
mujeres
[7] Ibíd., p.24.
[8] Forma de vida responsable al pensar en no afectar a la naturaleza
en todas las actividades que se llevan a cabo a diario, donde viene implicada
la vida sexual.
[9] En su libro Porno para
mujeres
[10] Ibíd., p.10.
[11] Entrevista: Beatriz Preciado Visitar: http://elpais.com/diario/2010/06/13/eps/1276410414_850215.html#despiece1
[12] Esto ya lo he explicado también en otro artículo, dedicado a ella
misma.
[13] Un proyecto de Joseph Gordon Levitt, donde precisamente muestra la
cultura norteamericana y nos muestra al aparato pornográfico cómo opera, desde
la misma adicción del protagonista: los videos porno, como los comerciales para
vender una hamburguesa: y ponen a una mujer en bikini haciendo analogía de su
propio cuerpo con el alimento para provocar un impacto publicitario en el
espectador y corra por el producto que le venden.
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