Batallas
ideológicas del siglo XXI
Fernando Granados
El comienzo del Siglo XXI trajo consigo grandes
expectativas de cambio político y social junto al fenómeno de la información y
la ampliación de políticas que amenazaban la integridad personal y nacional en
el mundo. El cambio más violento y de gran alcance ocurrió el 11 de septiembre
del 2001 con el derrumbe de las torres gemelas y las consecuencias bélicas en
medio oriente que propiciaron efectos adversos en la diplomacia mundial. Los
cambios se dejaron sentir con fuerza en la cotidianidad; las ciudadanías
espectadoras de estos cambios parecen haber tomado el anzuelo de lo aparente
ante la información presentada. El auge de nuevos medios y la ampliación de los
existentes impactaron en las sociedades
que fácilmente aceptaron la recepción pasiva de la información oficial. La vida
del individuo común cambio de manera importante tras estos eventos emblemáticos.
Está visión de los sucesos es una lectura
general en conocimiento de las consecuencias que derivaron en nuestro tiempo.
Como individuo de una sociedad contemporánea convivir en este tiempo con un
mundo de información es de cierta forma un ambiente ya establecido en la
cotidianidad, y por ello, parte de la vida de cualquier persona. . La razón de
esta intervención es poner la crítica de los filósofos en primer plano de la
visión disidente comprometida, sin ideal romántico, con la verdad. Una
convicción nada fácil pero con el ímpetu de exponer una perspectiva distinta de
lo que acontece y nos afecta como personas comunes pero que en pocos casos se
analiza con la profundidad.
El sistema
político y económico de nuestro país es un ejemplo simple de los cambios
mundiales hacia tendencias globales que no parecen preservar la integridad de
todas las personas. Concretamente la aparición de organismos internacionales
como el FMI, OMC, ONU y el BM son para muchos los pilares de la globalización y
control de los países subdesarrollados. La tarea de estos organismos ha sido
establecer las reglas mediáticas de intercambio además de regular y sancionar
su incumplimiento. El problema radica en la desarticulación de la autonomía no
sólo nacional sino individual. Este efecto pasa desapercibido por el trabajo de
convencimiento que se promueve como acuerdos en beneficio de la humanidad.
En un análisis de lo cotidiano creo encontrar
los datos que ponen en relieve no sólo la información relevante sino la manera
en que esta es presentada y articulada como en el caso de la declaración de los
derechos humanos por parte de la ONU que en su pretendida universalidad no
tiene alcance fuera de la jurisdicción de los países afiliados y que sin
embargo parece ser mediadora conveniente en los casos de intervención militar
como recientemente en Siria. El pretexto para la incursión es el crimen de lesa
humana que está tipificado por este organismo y que a través del consentimiento
de otras naciones puede hacer efectivo un ataque al gobierno de este país. Sin
embargo, los hechos muestran una manipulación de los rebeldes sirios e implementación de armas químicas no
gubernamentales, por lo que el trabajo de convencimiento tiene que distorsionar
la información de manera que quede impuesta la defensa de los derechos humanos
dando por supuesto el ataque del gobierno sobre la población civil y la
propicia intervención heroica de EUA. Es en esta cotidianidad y no en los altos
estratos de gobierno donde la aceptación
o el rechazo pueden propiciar cambios; se gana en este escenario, acorde con la
cantidad de adeptos en detrimento de los opositores, las batallas ideológicas.
Para los filósofos contemporáneos es otra la
historia de los hechos acontecidos en las últimas dos décadas. En este sentido,
a mi parecer la perspectiva de Slavoj Zizek en el comienzo de En defensa
de la intolerancia, puede mostrarnos la manera en la que opera la
presentación de la información que al parecer no tiene relevancia sustancial. Zizek
sostiene que en lo típico puede encontrarse un atisbo de verdad que subyace a
los conceptos que denotan lo típico en su pretendida universalidad, es decir,
en su aceptación como lo común. La fuerza de estos movimientos en el contenido tiene
un impacto directo en la percepción de las personas sobre el concepto que necesariamente
se llena de contenido hegemonizante de la universalidad. Es común que la
palabra terrorista en todo caso nos remita a grupos encargados de sembrar el
terror en las sociedades con fines políticos extremistas, sin embargo, el análisis
de los datos que se nos presentan, tras una debida depuración y ampliación con
las versiones no oficiales, pueden darnos un panorama inverso de lo que, a conveniencia
de la versión oficial, significa terrorista.
En este sentido, la
concepción de los EUA como el estado terrorista por excelencia, puede explicarse
por la conveniencia política de sembrar el terror no como los insurgentes árabes
sino a través de intervenciones militares de sometimiento que van revestidas de
causas justas y defensa. Así lo ve Noam Chomsky en El poder estadounidense y
los nuevos mandarines.
La eficacia
de estos conceptos según Zizek
versa en el modo del esquematismo trascendental kantiano ante la recepción y
significación en nuestra experiencia concreta. La noción de terror que provoca
la guerra conlleva a verse en una situación similar y por lo tanto mantenerse
temeroso de lo que pudieran acarrear nuestras acciones. La ventaja estratégica es
clara, el que infunde miedo tiene una ventaja sustancia sobre el que teme y la
diplomacia actual tiene este marco desde entonces.
¿Cuánto han contribuido los medios? y ¿qué
alternativas se han impulsado para contrarrestar estos efectos? Serán temas
tratados en el siguiente post.
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