Heidegger
Heidegger
López Capula Fco. Javier
En los siguientes post se
intentará retomar cómo Heidegger pensó la obra de arte. Heidegger es sin duda
alguna el último paradigma de la industria filosófica. Hay un antes y un
después de él. Se ha puesto casi a la misma atura de Hegel, pero también de
Aristóteles. Es el pensador que pone de manifiesto una tarea simple y obviada:
pensar el (sentido del) ser. Ésa fue la estrella inacabablemente perseguida
durante toda su vida. Este pensamiento, en su fondo, arrojaba que, de hecho, el
ser jamás ha sido pensado por la tradición filosófica de forma verdadera y que, en lugar de eso,
siempre ha comparecido un ente (diferencia ontológica) que determina y calma
ese simple pensamiento; así, por ejemplo, tenemos el “mundo de las ideas” de platón o el subjectum cartesiano. Este tipo de
pensamientos, llamados en su conjunto metafísica, pensará Heidegger que han
determinado el destino de la humanidad hasta nuestros días, con la llamada
técnica planetaria (Armazón). Todo
esto es nombrado, asimismo, el primer comienzo del pensar. Siguiendo sus
meditaciones, el pensador alemán dirá que si el ser no ha sido pensado es
porque se mantiene sustraído o inasible y así, eventualmente (evento apropiador) se ha esenciado en el
pensar y por ende en destino del hombre. De este modo, Heidegger no ha hecho
más que radicalizar a Nietzsche con su poética frase “el desierto está
creciendo”, vista en el Zaratustra.
Como todos sabemos, a esto se le ha llamado desde hace tiempo nihilismo y los
estereotipadores del pensar han llamado a la época de este pensamiento
post-modernismo. Justamente, soportar y
retener (estados de ánimo) este nihilismo que, a fin de cuentas, origina un
verdadero pensamiento del ser, debería abrir a su vez otro comienzo del pensar. Este nuevo comienzo posibilitaría una
nueva forma de habitar esta tierra, siempre inhóspita, y así el nuevo
advenimiento de un nuevo dios, no visto de modo cristiano ni espiritual, sino
evocado a simpleza de la relación ser (sustracción)- hombre (pensador de esa
sustracción). Por eso, en su entrevista ante el diario die Spiegel, dirá Heidegger: “sólo un dios puede aún salvarnos”.
Dadas las anteriores descripciones breves del pensar de Heidegger, es por lo
que me resulta interesante y por lo que aquí me surge el interés de trabajarlo.
Porque he pensado, sin duda, que el pensamiento del soporte y la retención de
la nada (el ser, a fin de cuentas) es de suma importancia para la filosofía de
hoy en día, y que sólo posiblemente de esta forma podemos recuperar el asombro
frente a lo habitual, pero también frente a lo extraño del mundo, y no
quedarnos, como filósofos y no filósofos, en la simple y llana lectura de la
historia de la filosofía, que originan un aplanamiento lanzado a una habitual
vasta erudición y, sin embargo, vacía. No estoy diciendo que Heidegger sea la
única salida, pero sí un buen terreno para comenzar a pensar el asombro del
mundo. Por otro lado, si bien de lo que trataré es del modo en que Heidegger ve
el arte y por lo tanto algo específico del autor y no un simple resumen de su
pensar, muchos de los que lean se quedarán con la misma pregunta de qué
demonios está diciendo Heidegger, pero presiento que esto será una forma de
invitación a su pensamiento estrictamente hablando y no un conformarse con lo
que a medias tintas entiendo del autor. En ese punto, enseñar con lo más
complejo me parece una estrategia de interesarse en la filosofía, más que, de
sopetón y porrazo, se lea vagamente lo que ha dicho éste o aquél filósofo.
Ahora bien, en lo específico, trataré de hacer ver que la noción de obra de
arte en Heidegger debe ser vista desde la propia onto-historia y por ende no
como un pensamiento favoreciendo a la estética (se verá que pensar
estéticamente ya es producto del olvido del ser). Pero también buscaré formular
una hipótesis de qué lugar ocupa,
específicamente, el cuadro de las botas de Van Gogh en esta meditación sobre el
arte, dado que es una problemática habitual en el estudio heideggeriano.
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