sábado, 26 de octubre de 2013

La obra de arte con mirada onto-histórica y el porqué del cuadro de Van Gogh

La obra de arte con mirada onto-histórica y el porqué del cuadro de Van Gogh


                                                                                                                   López Capula Fco. Javier 

La pregunta por la esencia de la obra de arte o lo que ésta sea realmente sigue siendo enigmática y árida hoy en día. Y lo seguirá siendo. Lo es más si asumimos que, incluso cuando la pregunta mantiene a oscuras y sin próxima luz, fuera de su meditación crece desbordadamente la producción artística. Si el arte es enigmático se debe a que toda su empresa cuelga de una esencia desconocida todavía y fielmente indeterminada, a no ser que se asuma sin tapujos: “es y punto”. Y así siga brindando trabajo y, por qué no, esperanza. Pareciera que al decir “arte” se menciona un territorio no sujeto a determinaciones, pero que en el fondo se huele algo en extremo determinado y que señala con lujo de detalle lo que es o no arte. ¿Serán acaso los genios de la historia del arte los que dictaminan qué moda impera hoy en la empresa? ¿Será acaso el mentado sistema del capital quien alza su juego de cartas victorioso en la escena del arte cuando se ve a alguien entrar a un museo de renombre por una considerada cuota o ver subastado un “Van Gogh” por millones de euros? En alguna forma. ¿Hasta qué punto uno puede extraer del mundo de farándula y consumista del arte la esencia misma de su inmediatez, es decir, la obra? O en otras palabras: ¿cómo hacer que la obra sea algo más que su colgadura en una mansión para el deleite pretensioso de magnates y vanguardistas? ¿Cómo la posicionamos de tal manera que cumpla un destino esencial para el hombre y no un mero espectáculo? El ensayo de Martin Heidegger, “El origen de la obra de arte” no pensó estas preguntas, pero vinieron a su pensar de acuerdo a la historia del ser, tan íntima para él. En esta historia entra el hombre o Dasein, asimismo la producción filosófica y por añadidura el arte. El clavado hacia la ardua búsqueda del oculto tapón que aclara todo tipo de emerger  fue la misión de Heidegger.      
         El propósito de los siguientes post se centraría, ahora bien, en dos puntos: el primero, tematizar cómo el tema de la obra de arte por parte de Heidegger surge de su meditación onto-histórica del ser, y que no se puede interpretar omitiéndola. Al mismo tiempo, esta tematización ayudaría a esclarecer una duda que dentro del texto heideggeriano a tratar deja sin suelo. Ésta es: ¿qué lugar ocupa ciertamente el cuadro de las botas de Van Gogh dentro de la meditación y por qué tuvo que efectuarse así? Estos dos únicos puntos delimitarían y tratarían de cumplir su meta aquí.
1.- La problemática superficial
“El origen de la obra de arte” apareció en 1949, hace más de setenta años, en Caminos de bosque, tomo cinco de las obras completas. La temática es simple: trata de meditar sobre la fuente de la esencia de la obra de arte: preguntar por la obra de arte es en términos generales preguntar por el arte (a éste debe su nombre la obra). Pero dado que la “realidad” del arte se ejecuta en la obra, la vuelta a la meditación de ésta es nuevamente necesaria. La obra se infiere del arte, pero éste de la obra. Son tres movimientos: se busca la esencia del arte; entonces se busca la esencia de la obra; así se busca la esencia del arte. La pregunta ontológica entonces se da de esta manera: qué es y cómo es la obra.
2.- El trasfondo de esa problemática
        Es bien sabido que la facticidad en Heidegger quiere decir que el mundo llega inmediatamente al pensar, es decir, sin tema-tización. Por esta razón, parecería que el pensador iría a la búsqueda de la esencia de la obra desde la facticidad misma. Y de esta manera, menciona: “las obras de arte son conocidas por todos. Las obras de arquitectura y escultura se encuentran en las plazas públicas, en las iglesias y en las casas. En las colecciones y exposiciones se depositan obras de arte de las más diferentes épocas y pueblos”[1]. El modo de proceder de Heidegger con respecto a la obra viene a ser como cualquier persona, sin necesariamente ser filósofo, la concibe, es decir, inmediatamente u obviada. Y así también inmediatamente, como las obras existen, hay otras cosas existiendo. Aquí está un primer desplazamiento, de la obra a la cosa. También se explica sutilmente por qué el pensador aparentemente recogerá el cuadro de Van Gogh. Dice: “una pintura, por ejemplo, la de Van Gogh que representa un par de zapatos de campesino, vaga de una exposición a otra”[2]. Pareciera que Heidegger no ve la obra del artista holandés con base en cómo la ven los eruditos del arte o bajo el contexto real con la que el pintor la creó. Simple y llanamente la toma como lo que es: una obra que es un par de botas y que por ser famosa de un artista famoso, va y viene de exposición en exposición. La obra, así, es cogida en su facticidad, en su habitualidad. Podemos así señalar que todas las obras tienen un carácter de cosa, es decir, que están subsumidas a lo cósico. Lo cósico de las obras no se desvanece incluso en la vivencia y goce estéticos. Dice Heidegger al respecto: “la piedra está en la arquitectura”[3]. Así, el pensador alemán ya refiere de qué va lo cósico de lo que habla: ¿“la piedra”? En ningún modo, sino lo que hace que la piedra sea piedra, o sea, ente, o sea, el ser. La pregunta por el ser cósico es la pregunta por el ser del ente. ¿Pero por qué Heidegger no se contenta con la filosofía para meditar esta cuestión y recurre también al arte? Esta pregunta propicia que esa habitual facticidad esté implícita y con mayor fuerza en un pensar heideggeriano más originario. En el siguiente post abundaremos sobre esta pregunta.





[1] Heidegger, Martin, Arte y poesía, FCE, México, 2009.p.37
[2] Ídem.
[3] Ídem

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